Orunla y su esposa deseaban tanto tener un hijo que fueron a ver a Obbatalá para pedirle que se los concediera. Obbatalá que estaba empeñado en moldear al primer hombre con arcilla, les explicó que debían tener paciencia. Pero el matrimonio insistió. Orunla incluso le propuso llevarse la figura que aquel estaba haciendo.
Obbatalá accedió y les explicó que debían poner las manos sobre la figura durante doce meses. La pareja así lo hizo y al cumplirse el plazo indicado, el hijo cobró vida. Le llamaron Eshu. Nació hablando y con una voracidad que comenzó a comerse todo lo que encontraba a su paso.
Una mañana en la que como de costumbre Orunla consultó su oráculo, este le indicó que debía estar todo el día con el machete en la mano. Eshu que ya se había comido todos los animales, las plantas y hasta las piedras, penetró en la casa de sus padres con la intención de comérselos.
Al ver a su padre armado intentó huir pero no pudo, el anciano lo perseguía por toda la casa cortándolo con su machete, de cada pedazo nacía un nuevo Eshu. Doscientos un Eshu corrían por la casa, hasta que este cansado le propuso un trato a su enfadado padre: “Cada una de mis partes será un hijo para ti y podrás consultar con él cuando desees.” –De acuerdo –asintió el sabio. Pero debes devolver todo lo que has comido.
Eshu vomitó todo lo que tenía en su estómago y las cosas volvieron a ocupar su lugar.
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