Porque en la mesa de reyes, de emperadores y de todo otro monarca, nadie comienza a comer si el monarca no da la señal. Solo los más cercanos a los monarcas aprecian cuándo este o esta dio la señal, porque solo los más cercanos le ven. Los más alejados no le ven, y por esta razón se estableció desde tiempos antiguos una señal sonora como aviso.
Cuando se aplica esto a la escena cotidiana de una religión de reyes y príncipes, en la mesa se comienza a comer cuando el mayor en jerarquía o en edad de consagraciones, de entre los presentes, da la señal. Y la señal es un golpe seco y breve en la mesa.
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