Orisha de la naturaleza, la naturaleza misma, cazador que con un solo pie, un solo brazo, ligero como el viento, maneja los arcos y las flechas con la misma maestría de un profesional, tuvo estas pérdidas por culpa de Oyá, que lo embriagó ofreciéndole el aguardiente tan querido y gustado por este orisha.
Osain se despierta y al ver a la hermosa mujer la enamora y ésta le grita a Changó que la defienda. Changó, al oír la voz de su mujer, le lanza un rayo a Osain que le arranca un brazo; éste trata de correr a una choza en que guardaba todos sus utensilios de labranza, pero Changó le tira otro rayo que le alcanza la pierna.
En el momento en que Osain iba a esconder a Oyá, Oggún, que pasaba por ahí buscando a su amigo, ve la situación y rápidamente construye el pararrayo, no sólo para librarse de las piedras de rayo que Changó lanzaba a diestro y siniestro, sino para proteger al pobre Osain que en un momento de descuido y por la ira de Changó, pierde el ojo, quedando tuerto. Así, escondiéndose en su mundo de la naturaleza, logra proteger su güiro mágico; él y Oggún, que tanto lo acompaña en sus momentos difíciles y que además gusta de los bosques, se hacen inseparables amigos y los dos, en perfecta armonía, cuidan de las propiedades maravillosas de yerbas, árboles, palos y de todo lo verde que vive de la sabia tierra de este planeta. To Iban Echu.
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